Arturo Guerra, segundo entrenador de la Unión Deportiva Logroñés, lleva toda la vida vinculado al fútbol y a la formación de jugadores: “Inicié este camino con 17 años, y tengo ya 47. Aunque parezca mentira, siempre me gustó más entrenar que jugar. Miraba más allá y quería comprender por qué se tomaban determinadas decisiones, o por qué las cosas funcionaban así y no de otra manera”. Empezó su trayectoria en el Valvanera, club en el que dirigió a cadetes y juveniles desde 1994 a 2004, pasó un curso en el Yagüe y luego le incorporó la Escuela de Fútbol de Mareo en Logroño como coordinador y técnico.
Tras más de una década en la entidad filial del Sporting de Gijón, unió su destino al de Diego Martínez como su “mano derecha”, como le define el míster: Arnedo, Náxara e Izarra, como ayudante, y Calahorra, Numancia y ahora Logroñés, como segundo. “Nuestra relación es de amistad. Somos complementarios, cómplices. Aunque no transmita esa sensación, él es más calmado en el día a día y yo, más visceral. Mi labor consiste en reforzar lo que se hace bien y decir lo que está mal. Hay que ser honestos para hablar con naturalidad y aceptar lo bueno y lo malo”, explica Arturo.
Ambos mantienen un estrecho vínculo personal desde que el primero comenzó a trabajar en la cantera del Zaragoza: “Le agradezco muchísimo a Diego que me resolviera tantas dudas a nivel táctico y estratégico, así como de gestión de entrenamientos”. Y Diego le reconoce su “compromiso y dedicación”: “Se trata de una persona muy importante para mí, no sólo como compañeros de cuerpo técnico. Vemos el fútbol de forma similar, evidentemente con las diferencias que enriquecen. Destaco su capacidad de análisis y su lealtad”.
Porque Arturo también luce en su currículum un exitoso paréntesis como solista. Después de la primera destitución de Diego, en Soria, la campaña pasada firmó por el Náxara como primer entrenador y logró el ascenso a Segunda RFEF y el billete a la Copa del Rey. “Dispuse de la oportunidad de continuar en solitario, pero en mi conciencia sabía que debía regresar junto a Diego. Aunque no me resultó sencillo, era lo más honrado por mi parte. Me siento bien en mi posición, sé lo que me corresponde y lo que no. A él le caen los insultos y los halagos, es el que da la cara”.
Este domingo, el conjunto de Nájera visitará Las Gaunas como rival por primera vez: “Será especial. Allí viví momentos muy bonitos. Recogí un vestuario tocado, pero con mucho margen de mejora. Cuando me llamó el presidente, Marcos (Martínez), conocía dónde me metía de la anterior etapa como ayudante de Diego. Conseguimos un éxito precioso”. Un desafío, el de subir, que asoma en el horizonte de la Unión Deportiva Logroñés: “La exigencia es la que es. Volver a Primera RFEF. Como en el Numancia, con el que alcanzamos ese objetivo, aunque con ellos sufrimos también el lado amargo de un despido inmerecido”.
En ambas entidades dispusieron y disponen de las facilidades de un club profesional: “Da gusto cuando cuentas con un staff médico, recuperadores, analistas… y una Ciudad Deportiva propia, con gimnasio, almacén o comodidades como las que ofrece la del Logroñés”. Sus futbolistas “son muy buenos chavales, conforman una plantilla amplia, potente y sana, con las dificultades que conlleva siempre gestionar un grupo humano, como los enfados por no ir convocado o no salir titular”. Las horas de entrenamientos, de despacho, de visionado y de análisis en casa, los desplazamientos… “todo merece la pena cuando haces algo que te apasiona”. “Pero consiste en un esfuerzo diario, un largo proceso, y sólo disfrutaré cuando se celebre la meta”, concluye Arturo. Entre Náxara y Unión Deportiva Logroñés, en 2023 aún no ha perdido en competición liguera. Estamos a 22 de noviembre.